19 abril 2005

El señor Grobesohr

El Sr. Grobesohr observaba la calle a través del cristal de la puerta de su pequeña tienda de orejas de madera. Era una zona comercial, muy concurrida, llena de personas ajetreadas que entraban y salían de los comercios. El suyo era de lo más antiguos, con un bonito letrero azul que sobresalía de la fachada al estilo de las antiguas posadas. En su ordenado escaparate mostraba las orejas de madera mas demandadas últimamente. En el interior, en limpias vitrinas de cristal guardaba las piezas más elaboradas y en la trastienda, dentro de una caja fuerte camuflada, las más valiosas.
El Sr. Grobesohr pasaba últimamente mucho tiempo así, apoyado en el mostrador de cristal, con un dedo en el puente de sus gafas metálicas y la mirada perdida entre pensamientos cada vez mas extraños en él.
La tienda siempre había funcionado muy bien y las orejas de madera habían sido su pasión. Las mimaba, las clasificaba, las limpiaba, y las admiraba. Al principio eran de madera pero las modas fueron cambiando y ahora tenía de cualquier material, tamaño y color imaginable. Sus proveedores eran los mejores y todo el mundo sabía que si necesitaba una oreja de madera el local del Sr. Grobesohr era el adecuado, porque además de su extenso e inagotable catálogo, el Sr. Grobesohr era probablemente la persona en el mundo que más sabía de orejas de madera, por lo que no era extraño que recibiera pedidos del extranjero y que asesorara en su desconocido tema a los coleccionistas mas pudientes.
Toda esta pasión, todos estos conocimientos tan extensos y profundos, todas esas horas de estudios e investigación, junto a su caracter responsable al frente del negocio, habían colocado al Sr. Grobesohr en una posición económica muy desahogada y ocupado completamente sus cincuenta y tres años de vida y su rutina diaria. Por eso no se preocupaba si pasaban unos días sin que nadie entrara a la tienda. Aprovechaba para hacer el papeleo pendiente, ordenar pedidos y limpiar orejas, ya que nunca le gustó tener empleados.
Pero en los últimos meses se sentía extraño. Ahora prefería pasar las horas mirando a la calle, mientras un pensamiento, pequeño, escondido al principio, iba surgiendo, leyéndose entre líneas en las ideas que le iban y venían en la cabeza, y aunque el Sr. Grobesohr lo intentaba tapar con datos, despistar con tareas o ignorar con grandes dosis de fuerza de voluntad, este pensamiento crecía sin remedio, sin posibilidad de no ser tenido en cuenta y ocupando cada segundo en su cada vez mas atormentada mente.
Por fin, esa mañana, mientras observaba como descargaban unas cajas de un camión de fruta para el comercio de enfrente, el Sr. Grobesohr dejó pasar ese pensamiento, lo aceptó y lo toleró. Con un suspiro, cogió una hoja de papel e hizo un pequeño cartel en el que se leía “Vuelvo en 10 minutos". Lo colgó en la puerta y cruzó la calle camino de un jardín cercano donde había una pequeña terraza con mesas.
Mientras caminaba, el Sr. Grobesohr pensaba en que se acaba de dar cuenta de que las orejas de madera le resultaban terriblemente aburridas, y que quizás debía ir pensando en cambiar de negocio.

10 Comments:

Anonymous Anónimo said...

He llegado girando desde la casa de Ángel y he frenado aquí con la fortuna de poder conocer al vendedor de orejas de madera, el cual me hizo recordar a otros personajes que aunque no vendan orejas, vivieron algo parecido a él.
Un beso en el tono de azul que prefieras.

miércoles, 20 abril, 2005  
Blogger Cross said...

Vender orejas de madera me parece mucho mas entretenido que la mayoría de las ocupaciones que conozco... Un saludo.

miércoles, 20 abril, 2005  
Anonymous Anónimo said...

Que preciosidad de texto, Cross. Un subliminal mensaje de esperanza a todos aquellos que abominan de su trabajo. Vender orejas de madera puede ser un ejercicio de autorealización impecable. Sí señor, tú sí que sabes.
Me ha alegrado mucho ver a Sonela por aquí.
Un abrazo.

miércoles, 20 abril, 2005  
Blogger Cross said...

Gracias Angel. Me encanta que te gusten los post.. y además me traes invitados.
Un abrazo.

miércoles, 20 abril, 2005  
Anonymous Anónimo said...

Hola, me ha gustado mucho este post, me he imaginado al Sr. Grobesohr vendiendo orejas de madera, lo cual, me ha parecido una idea muy bien. He hechado de menos, sin embargo, (puedo hacerte una crítica...?) tres líneas más para cerrar el texto y de todas formas me gusta cómo quieres terminar el texto pero no cómo expresas la frase, me ha costado entenderla. Espero que no me lo tomes a mal, es una simple sugerencia porque me ha gustado, pero vamos cuando quieras me visitas y me criticas en mi blog sin ningún problema.

jueves, 21 abril, 2005  
Anonymous Anónimo said...

idea muy buena quería decir, toy en la cama con fiebre y bueno... tiene sus consecuencias.
Un beso

jueves, 21 abril, 2005  
Blogger Cross said...

No me extraña que no entiendas bien la última frase, le faltaba un "que". Una errata o algo.
"Mientras caminaba, el Sr. Grobesohr pensaba en que se acaba de dar cuenta de ----- las orejas de madera le resultaban terriblemente aburridas, y que debía ir pensando en cambiar de negocio."

jueves, 21 abril, 2005  
Blogger Cross said...

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jueves, 21 abril, 2005  
Blogger Cross said...

Por cierto, gracias por la correción. Las críticas son aceptadas y deseadas aquí. ;)
Un saludo.

jueves, 21 abril, 2005  
Anonymous Anónimo said...

Hola, bien, ahora se entiende mejor, sí. Me alegro que no lo hayas tomado a malas, me gusta la gente que acepta las críticas. Un beso y sigue creando pequeñas historias.

jueves, 21 abril, 2005  

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