20 junio 2005

La Isla Misteriosa

Mensaje enviado dentro de una botella que flota perdida entre las olas de un oceáno misterioso y lejano, frente a las costas de La Casa Giratoria., todavía pendiente de que alguien lo recoja y lo lea.

No se si alguien leerá mi mensaje. Son muchas botellas echadas al mar, muchas cartas enviadas con el sello de Neptuno con remitente perdido y abandonado y destinatario incierto y aleatorio. Desde que quedé naufrago en esta isla maldita y maravillosa siempre he mantenido la esperanza de que me encontraran y rescataran, de regresar con los tesoros que he encontrado, de disfrutar de ellos compartiéndolos, pero conforme pasa el tiempo empiezo a darme cuenta de que el loco inventor de esta tortura en medio del paraíso lo ha planeado todo para que nunca nadie me encuentre.
Cuando pisé tierra firme después de todos esos días en la balsa salvavidas me sentí el hombre más feliz del mundo. Pronto me di cuenta de que estaba en un pequeño islote perdido y desconocido en medio del océano, como un Robinson Crusoe, abandonado a mi habilidad para sobrevivir. Poco a poco me adapté a la vida primitiva de la supervivencia, a encontrar la comida que de forma abundante y fácil me ofrece la isla, a resguardarme de las pocas tormentas que a veces pintan de rayos el horizonte al que miro constantemente, cuando no estoy leyendo. Porque ese es el misterio, la gracia, y el castigo de esta isla misteriosa. Los libros y las botellas.
El primero que encontré fue un ejemplar de la Historia Interminable, de Michael Ende, con sus textos en verde y rojo, con sus historias de otros mundos, con su Emperatriz Infantil, de la que cualquier niño se enamoraría. El libro estaba en perfecto estado, como si alguien lo hubiese dejado en la arena abandonado unos minutos antes. Yo había paseado por la playa toda la mañana buscando cangrejos y su hallazgo casi me vuelve loco. Estuve días corriendo por la isla, buscando al dueño del libro en vano. Agotado y aturdido, me consolé con su lectura.
Al poco de terminarlo, en otro paseo cazando pájaros de colores, encontré Wilt, de Tom Sharpe, en edición de bolsillo. Nuevo ataque de locura, miedo y rabia. Otra vez carreras por toda la isla, de la que a esas alturas ya me conocía cada rincón, cada planta, cada roca. No sólo no hallé al culpable de los libros abandonados sino que encontré una botella de cristal con un papel, un lápiz y un corcho. No me quedó mas remedio que aislarme de este sinsentido leyendo la divertida historia ideada por Sharpe, del que después he podido leer casi todo. Luego escribí el primer mensaje pidiendo ayuda y lo mandé en la botella.
Después aparecieron mas libros, Los tontos mueren, que dicen que es una obra menor del maestro Mario Puzo, La conjura de los necios, que es tan interesante que se puede leer cada vez que quieras, de John Kennedy Toole, Tokio ya no nos quiere, que cuenta una historia que me fascina y que para mí ya justifica la fama de Ray Loriga, y otros cientos mas. Tantos que no los recuerdo. Tantos que a veces los vuelvo a leer como si fuera la primera vez. Ahora estoy leyendo Amrita, de Banana Yoshimoto y acabo de encontrar a los pies de una palmera, La misteriosa llama de la reina Loana, de Umberto Eco, el gran pensador.
Sólo una vez en todo este tiempo me ha parecido ver un barco en el horizonte. Quemé el libro que mas a mano tenía para hacerle señas, y todavía me arrepiento, porque conforme crecía el fuego entre sus páginas, mas claro tenía que sólo había sido mi imaginación atormentada la que inventó la silueta del barco, y siempre me quedará pendiente el final de la historia del libro que ardió.
Esta es mi tortura y alegría diaria, cada libro me señala la posibilidad de escapar, de encontrar al culpable de mi soledad, y a la vez, ese mismo libro, es lo único que me ayuda a soportar esta cárcel de rejas azules y espuma blanca.
Lanzo este mensaje sin destinatario fijo con la esperanza de que alguien lo lea y me encuentre, sólo tiene que buscar la biblioteca más grande jamás imaginada en la isla mas perdida del infinito mar azul.

6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Podía imaginar que el testigo lo pillaras de una manera original, pero tanto....
Me ha encantado recorrer tu isla "tropezando" con tus libros. Al final veo que la cadena es muy práctica, hay veces que se devoran los libros y no se sabe bien que leer. Gracias a esto tenemos una referencia que nos puede venir bien (y sobre todo en vacaciones)
Besos en episodios :)

martes, 21 junio, 2005  
Anonymous Anónimo said...

Bonifasi;

Está quedando muy guapo.

Un abrazo

miércoles, 22 junio, 2005  
Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Llegaré en barco a la isla. Cross.
A la isla encantada y exótica, mucho más que cualquier otra...
y hojearé sus libros.... digo ahora que ya apunté los que recomiendas con suma interés...
Un abrazo.

miércoles, 22 junio, 2005  
Blogger Cross said...

Angel, estoy leyendo Amrita porque descubrí a Banana Yosimoto en un post tuyo. No había leído nada de autores japoneses y compré Kitchen, Amrita y "La casa de las bellas durmientes" de Yasunari Kawabata (Premio Nobel. Kitchen y La casa de las bellas durmientes son preciosos, Amrita me lo estoy acabando y me encanta tambien. Gracias y un fuerte abrazo.
sonela, a mi se me acumulan los libros y tengo que seleccionar porque no doy "pa´mas", besos de vacaciones,
Boni, máquina, que el fidel está mas parao que parao, un fuerte abrazo,
Vir espero que si lees alguno disfrutes como lo hice yo y no pierdas tu tiempo, un abrazo.

jueves, 23 junio, 2005  
Anonymous Anónimo said...

Siento que este texto forme parte de uno de esas prolíficas y cansinas cadenas porque solo y en sí mismo me ha resultado genial y encantador, tanto que, siguiendo mi costumbre, no deambularé por blogs desconocidos buscando principios ni continuaciones. Prefiero pensar que tu texto empieza y acaba en tu casa.
Un amistoso saludo.

jueves, 23 junio, 2005  
Blogger MarthePG said...

Impresionante. Has recogido el testigo de una manera muy imaginativa y creativa. Crecía la ansiedad por conocer cómo habían llegado esos libros, y el espejismo de la silueta del barco...

Bravo.

jueves, 07 julio, 2005  

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