15 octubre 2005

El efecto mariposa

Artículo publicado en el número 27 de la revista Cartas Perdidas, (2012), según la investigación realizada en Archivo Nacional por el Dr. Cross.

En 1962 el metereólogo Edward Lorenz desarrollaba en el Massachussets Institute of Technology modelos matemáticos destinados a la predicción del tiempo. Sus estudios y las conclusiones a las que llegó fueron los principios de lo que se hoy conoce por Teoría del Caos. El matemático John Mirkovich, experto en programación, asistía en sus investigaciones a Lorenz, en concreto, introduciendo en los primitivos ordenadores del momento las series temporales y las ecuaciones a partir de las cuales se elaboraban las predicciones.
Mirkovich, nacido 35 años antes en Nueva York en una familia de inmigrantes rusos, escribía todas las semanas a su hermano Moldan que estudiaba arte en Viena. En sus cartas relataba su vida solitaria, su creciente obsesión por la literatura y los avances en los estudios matemáticos que estaban realizando. El siguiente texto es un fragmento de una carta de John dirigida a Moldan fechada en Junio de 1962, unos días antes de que en una conversación mientras almorzaba con Lorenz, John utilizase por primera vez la expresión “efecto mariposa” para resumir las ideas de Lorenz.

(...) Pongamos que el tímido Albert, como todas las mañanas, saluda a Marta, la recepcionista del edificio en el que trabaja y de la que se encuentra secreta y profundamente enamorado. Marta le sonríe afectuosamente, girando la cabeza y mostrando la estilizada curva de su cuello, pero en sus ojos, por primera vez desde que la conoce, Albert cree percibir una mirada oscura y triste que contradice la sonrisa luminosa que hace amanecer todos los días el corazón de Albert. Este velo de tristeza que ha percibido Albert le resulta desconcertante y le sume en un estado de nerviosismo durante toda la mañana, empujándole a tomar por fin la decisión de invitar a Marta a cenar después del trabajo, y así mostrarle su interés por ella. Durante las horas en las que Albert planea su cena, su trabajo, normalmente eficiente y meticuloso, se resiente, de forma que un pequeño retraso en la comprobación de una factura provoca que un camión que debía partir esa misma tarde hacia Delaware aplace su salida hasta la madrugada. Charles, el camionero, de naturaleza impaciente y observadora, sale del almacén a estirar las piernas mientras espera a que terminen de cargar su camión y no puede dejar de fijarse en que el coche rojo que pasa acelerando con los faros apagados tiene como matrícula su fecha de nacimiento. Cuando los dos policías se presentan en el almacén y solicitan con desgana la colaboración de los trabajadores para identificar al delincuente que persiguen, Charles no duda, orgulloso, en repetirles el número de la matrícula del coche rojo y dos horas después, Wilson Monee es detenido por sexta vez en sus 22 años de vida, aunque es la primera que le acusan de asesinato. En la celda en la que espera Wilson a que le tomen declaración, se encuentra Frank “bola de billar”, que, inmerso en una soberbia borrachera, no deja de amenazar con sus 156 kilos a un Wilson temeroso que se acurruca en un rincón intentando dormir para soñar que no está allí. Después de vomitar medio litro de güisqui Frank pierde el conocimiento cayendo encima de Wilson , que dormido, muere sin darse cuenta de que le han aplastado la cabeza contra el suelo.
De esta simple y espontánea forma, a partir de una mirada oscura y triste, no más insignificante, sincera, y digna de lástima que otras cientos de miradas oscuras y tristes justo en ese momento en el mundo entero, se desencadenan los sentimientos, los pensamientos y las acciones más trascendentes, como un mecanismo perfecto e irrepetible, imposible de planear su funcionamiento ni su alcance, y nos muestra la escasa probabilidad que tenemos de predecir el futuro azaroso, lleno de recovecos, pliegues y sombras, que creamos a cada instante. (…)

8 Comments:

Anonymous Anónimo said...

lunes, 17 octubre, 2005  
Anonymous Anónimo said...

Bonifasi;

Hola Cross, veo que has vuelto con mucha fuerza. Ayer vi la película de Mystic River (Creo que se escribe así) y tenía la sensación que el guión lo habías escrito tú.

Un abrazo sincero

martes, 18 octubre, 2005  
Anonymous Anónimo said...

Un simple gesto puede traer unas consecuencias que jamas imaginariamos, afortunadamente por otro lado.

Impresionante efecto mariposa.

Saludos.

martes, 18 octubre, 2005  
Anonymous Anónimo said...

Conocía el efecto mariposa pero hasta ahora en mi no había hecho efecto.
Ahora tendré cuidado de el movimiento de sus imprevisibles alas.
Besos en quietud.

martes, 18 octubre, 2005  
Blogger Fernando Travaglini said...

excelente como siempre!! una hemorragia de placer... la verdad que no se como le hace.

miércoles, 19 octubre, 2005  
Blogger breton said...

me uno a todos sus seguidores, realmente muy bueno lo suyo.

jueves, 20 octubre, 2005  
Blogger pedazodecaos said...

me quito el sombrero, la peluca y la parte de arriba del craneo... como siempre genial, tenía atrasados un montón de relatos tuyos y me acabo de poner al día.
Lo dicho, y gracias por preocuparte por mi.
Un saludo

viernes, 21 octubre, 2005  
Blogger MarthePG said...

Es una manera estupenda de definir el efecto mariposa. Tan importante resultan sus consecuencias, como los propios actos que lo desencadenan.

besos

viernes, 28 octubre, 2005  

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