Extracto de la autobiografía inacabada de K. Vince, General del Ejercito de los Recuerdos. El texto completo ha desapararecido, probablemente destruido poco despues de La Guerra.
Fueron tiempos difíciles. Cada noche nos acostábamos con el miedo de no saber si recordaríamos algo al despertar, si nos habrían robado nuestros recuerdos. Tardamos mucho en darnos cuenta de lo que sucedía, y eso hizo que La Guerra Contra Los Ladrones de Recuerdos fuese mas dura, mas larga y mas cruel.
Al principio eran casos aislados. Nadie buscaba relaciones, causas, efectos. Simplemente alguien se levantaba por la mañana y le habían desaparecido todos los buenos recuerdos que tenía. Algunos ni siquiera se daban cuenta y seguían viviendo sin ellos, pero con el tiempo, la vida se les iba convirtiendo en un paseo por una acera de baldosas grises y monótonas. Perdían el interés por todo, se volvían tristes y huraños. El suicidio o la soledad eran los finales más habituales para esos paseos.
Luego, el asunto empezó a complicarse. Nuestros amigos eran sólo sombras oscuras que deambulaban por jardines helados, nuestras mujeres e hijos lloraban todo el tiempo sin consuelo posible, los atardeceres rosas sobre ciudades iluminadas eran olvidados durante la noche por la mayoría de los ciudadanos, y en cambio, a la misma vez, de forma incomprensiblemente rápida y sin justificación alguna, algunos que siempre habían vivido en el borde de la depresión, empezaron a sonreír, a disfrutar de la vida como nunca se había visto. Era una felicidad suprema, un éxtasis continuo, una alegría nada contagiosa que no compartían con nadie, que les permitía vivir en encerrados en sí mismos sin necesidad de nada más, exprimiendo cada segundo del día, cada gesto, cada palabra.
Fue entonces fue cuando empezaron las sospechas, y unos pocos empezamos a investigar, a vigilarlos. No tardamos en darnos cuenta de que la gente no olvidaba sus buenos recuerdos, sino que se los estaban robando. Todavía no sabíamos cómo lo hacían, pero lo que si descubrimos enseguida era que estaban organizados, que su necesidad de recuerdos felices era cada vez mayor y que no tenían ningún tipo de escrúpulos para robárnoslos a nosotros.
Ese fue el principio del Ejercito de los Recuerdos, la Resistencia, como lo llaman ahora. Hubo auténticos héroes en nuestras filas, gente que se jugó todo lo que tenía en la lucha. Vi a muchos ancianos olvidarse de sus nietos, a amigos que se cruzaban sin reconocerse, a enamorados que se miraban con indiferencia. En miles de batallas, de escaramuzas en la noche, fuimos descubriendo los secretos de Los Ladrones, sus métodos, y los fuimos eliminando sin piedad.